CERRO PICHEUTA O QUEBRADA NEGRA

El Cerro Quebrada Negra o Picheuta es otra de las montañas ocultas de Uspallata, pues no se lo ve desde ninguna parte en el Valle de Uspallata o el Río Mendoza. La vista desde la precordillera hacia todo este sector del Cordón del Tigre es uniforme y con cumbres aplanadas, sin distinguirse alturas destacadas, como ésta. Sólo desde alguna cumbre cercana se alcanza a individualizar al cerro y sus glaciares.

Esta foto antigua es la única que tengo del Cerro Quebrada Negra visto desde las montañas vecinas, tal como se lo veía en 1.990 desde las cabeceras del Arroyo Cortaderas. Como detalle, sus glaciares eran de mayor tamaño que en la actualidad...

El itinerario marcado en rojo, va todo remontando el Río Picheuta hasta su confluencia con el Arroyo de la Quebrada Negra, el cual se toma de ahí en más, hasta cerca de sus nacientes, allí se debe remontar una quebrada con morenas y luego montarse al filo cumbrero por un acarreo bastante suelto y empinado, muy cansador. Una vez arriba, hay que caminar un trecho más, esquivando un glaciar, para luego arribar a la cumbre.


Las cartas de antiguas de mensuras y deslindes de la Estancia Uspallata, individualizan al Cerro Picheuta  como una cumbre destacada y la ubican hacia en interior del Cordón del Tigre. Desde ya, hay un alto grado de imprecisión en estos documentos historicos, debido a la ausencia de medios satelitales y/o aéreos para hacer levantamientos topográficos, los cuales eran exclusivamente expeditivos. Este ultimo hecho constituye además una evidencia de que la zona ha sido explorada desde entonces o antes, estamos hablando del año 1913 como fecha referencia, en que se levantaron estas cartas, que no han sido las únicas. Además debemos recordar que según documentos históricos, la Estancia Uspallata fue establecida a principios de la época colonial y desde entonces ha sido explorada y explotada con ganadería en gran parte de su extensión. El nombre de Quebrada Negra o Cuchilla Negra dado al cerro viene de la tradición oral de los antiguos arrieros, mineros y militares que recorrieron la zona o permanecieron en ella como parte de su trabajo.


LA PREVIA:

Hace ya muchos años había realizado, en tres oportunidades diferentes, incursiones hacia el interior del Río Picheuta, en compañía de amigos y también con arrieros o conocedores de la zona. Particularmente, recuerdo una vez que recorrí la zona en compañía del reconocido Chato Palma, un vaqueano militar jubilado, ya fallecido, quien tiempo atrás me realizó una descripción detallada de la travesía, los pasos complicados, los nombres de los cerros y quebradas, etc...
En ninguna de estas oportunidades ascendí montañas, ya que la fascinación e interés en ese entonces estaba puesta en el recorrido de la quebrada misma y en conocer las historias y anécdotas de quienes fueron mi compañía en esas andanzas montañeras.
Recientemente saltó de nuevo la curiosidad, y si bien venía desde hace mucho la idea de encarar algunas de las cumbres de esa zona, hubo un hecho que puso en el foco a esta montaña: un año antes de nuestra expedición me enteré por las redes que un grupo había ascendido el cerro y le puso otro nombre que no tiene asidero histórico en la tradición oral, ni referencia documental. Probablemente hayan desconocido que ya lo tenía, tanto el que figura en los antiguos planos de la Estancia Uspallata, como el que le dieron los arrieros, mineros y militares que frecuentaron infinidad de veces la zona.
De todos modos, la elección de encarar esta cumbre finalmente terminó siendo por descarte, ya que inicialmente íbamos a ir con un grupo más numeroso a realizar una expedición más larga a otro lugar, pero a último momento se bajaron algunos integrantes, hasta quedar dos. Entonces nos preguntamos "a dónde vamos?" bueno, vayamos ahí que es largo, pero no tanto.
Planeamos una expedición tranquila, más allá de que ya sabíamos con las dificultades que nos íbamos a encontrar en la remontada del Río Picheuta, más el ascenso propiamente dicho. Teníamos todo el bagaje de incursiones anteriores, el estudio de imágenes satelitales y las valiosas indicaciones de uno de los integrantes del grupo que subió del cerro un año antes que nosotros. En función de ello, programamos acercamiento, ascenso y regreso en 7 días, del 7 al 13 de febrero de 2022.

Izquierda: Puente Histórico de Picheuta, Monumento Histórico Nacional relacionado con la Gesta Sanmartiniana, en este punto inicia la travesía. Derecha: el torrentoso Río Picheuta, lo iremos siguiendo en gran parte de su recorrido.


PRIMER DÍA DE ACERCAMIENTO

Gracias a la amabilidad de José Pizarro, nos llevó hasta el inicio de la travesía, donde se ubica el Puente Histórico de Picheuta, en un tramo en que el antiguo trazado de la Ruta Nacional 7 difiere del trazado actual.
En el lugar de inicio de la travesía hay una vivienda abandonada con sus ventanas cerradas, por la cartelería en la zona, pertenecería a la DNV. No hay evidencias de ocupación reciente, aunque sus postigos metálicos se ven bien cerrados. Detrás de la vivienda hay un recinto semitechado, que es empleado a modo de corral y como baño de ocasionales transeúntes.
Sabido es que el Río Picheuta es un lugar frecuentado por pescadores, militares y arrieros, aunque los aluviones que vienen ocurriendo desde hace pocos años lo han vuelto difícil de caminar, con sus sendas prácticamente borradas. Por eso es que esta vivienda podría tener otro uso: por ejemplo refugio de montaña y prestación de servicios turísticos, comida o bebida para los transeúntes o turistas que arriban al lugar, etc...
Iniciamos la caminata alrededor de las 8 horas, y como era de esperar, hay que sortear un alambrado. Nos adentramos en la quebrada del Río Picheuta, en una geografía que ha cambiado bastante desde las veces en que remonté el río con anterioridad, la última hace ya más de 20 años... No hay una senda bien marcada y las evidencias son de aluviones recurrentes que han modificado la geografía de la quebrada.

La geografía de la Quebrada del Río Picheuta pareciera ser amigable, no obstante de apoco caminar río arriba el río divaga y se recuesta sobre paredones rocosos o se anteponen barrancos que hay que ir sorteando, ya sea por rodeos complicados o vadeando.

Otro detalle que difiere de un par de décadas atrás es que gran parte del primer tramo de la quebrada del Río Picheuta está invadida de tamariscos, una especie arbórea exótica fuertemente colonizadora, que modifica considerablemente el ambiente natural y el paisaje. A pesar de haber crecidas y aluviones con una fuerza capaz de arrasar con estos árboles, la presencia de estos es muy preponderante desde el punto de vista ambiental.
A tres horas de caminar nos encontramos con un saltillo de agua que cae por un enorme paredón rocoso, siendo este sitio una referencia obligada para los caminantes que se adentran en esta primera parte del río.

Izquierda: el primer saltillo. Derecha, los aluviones y derrumbes no han podido diezmar el crecimiento de los tamariscos invasores.

Pasado este saltillo, el río y la quebrada describen un codo angosto, bordeado de paredones rocosos y con pendiente pronunciada, siendo el terreno complicado, muy impactado por los aluviones y los derrumbes, que lo han vuelto bastante inestable y han desdibujado la senda, en partes borrada. Pasado este recodo, la quebrada se abre por un tramo, estando poblada de tamariscos, que le confieren un aspecto boscoso.
El bosque desde lejos se ve apacible, sin embargo el tránsito por él es complicado, ya que además, a estos arboles se interponen cortaderas. Lo más conveniente es no meterse en ellos. Aunque por otro lado está la ventaja de la sombra que dan estos árboles, la cual puede servir para resguardarse de la intensa radiación solar en las paradas de descanso. Y así hacemos en la parada obligada para descansar un rato y almorzar, a 5 horas de marcha.

Izquierda: sector de la quebrada con bosques de tamariscos. Derecha: sector de la quebrada flanqueado por paredones rocosos y material suelto, producto de derrumbes y aluviones

En este primer tramo de la quebrada, por momentos la biodiversidad deslumbra de formas y colores, a pesar de la aridez reinante.

Pasado este sector, la quebrada vuelve a cerrarse por un morro rocoso que se interpone justo en el medio, donde el río pasa por un costado y la senda pareciera esquivarlo por el otro. De todos modos, los aluviones y derrumbes de nuevo han vuelto el terreno inestable y la han desdibujado. Si bien conviene esquivar este morro por el costado opuesto al río (y de este modo evitar dos vadeos), el tránsito puede ser complicado.
Del otro lado del morro, por donde pasa el río, hay una gran cueva en el paredón rocoso de la margen opuesta, la cual se observa parcialmente antes y después de trasponer el obstáculo rocoso. Esta cueva es muy alta, en relación a su ancho y profundidad y presenta un gran pozo en su ingreso, lo que revela que su origen es la erosión hídrica de millones de años sobre la roca, evidentemente interponiéndose largos períodos de tiempo con un clima más húmedos, dando lugar a un probable escurrimiento mayor que ha incentivado la erosión, ya que es muy difícil de explicar bajo el contexto de aridez actual.

Izquierda: el morro rocoso que obstruye la quebrada, hay que esquivarlo por la izquierda del mismo, aunque la senda está desdibujada y el terreno es muy inestable. Derecha: en el costado opuesto al morro hay una gran cueva en los paredones rocosos que están del otro lado del río.

Pasado este obstáculo, se vuelve a descender a niveles bajos de la quebrada, sin embargo en este sector está cubierta de matorrales, que se alternan con áreas de vegas pastosas, hay una senda poco marcada que va por el costado derecho. Mientras esto acontece ya desde lejos se vislumbra un colosal taponamiento rocoso que obstruye notablemente toda la quebrada hasta una altura considerable.
El sendero se acerca hasta la base de este derrumbe impresionante, que además ha sido alterado por los aluviones. Hasta acá llevamos 8 horas de caminata y todavía nos queda un rato largo por delante. A partir de este sitio comienza un pronunciado ascenso, en partes marcado por una senda ancha y en partes borrada o muy erosionada. Hay que atravesar zanjones muy profundos y lavados, donde casi no hay donde pisar en este terreno barrancoso. En la parte superior del taponamiento aparecen rocas de gran tamaño que hay que ir esquivando y la senda trepa aún más, por el derrumbe lateral, hasta anteponer el mismo, bien arriba y por la izquierda.

Izquierda: en un punto de la remontada por la quebrada del Río Picheuta, se cruza un colosal derrumbe que la obstruye por completo y hay que trasponer ascendiendo por la izquierda. Derecha: el río se abre paso a través de rápidos y saltos por el sector opuesto, donde ha ido tallando un profundo cañadón.

Izquierda: a medida que se asciende este gran derrumbe, queda abajo la parte inferior de la quebrada, observándose desde arriba el morro rocoso antepuesto. Derecha: los fuertes rápidos que forma el río, abriéndose paso por este impresionante escollo.

Una vez terminado el ascenso al taponamiento (que nos lleva una hora y media de trepada empinada), se desciende hacia una playa amplia, bastante ancha y plana, que puede observar desde arriba, por donde el río divaga entre cortaderales. El descenso es breve y sin dificultades.
Luego caminamos hasta casi el final de la playa, donde decidimos hacer el primer campamento. Hasta aquí fueron 10 horas de caminata. Infaltable es el asado montañés de la primera noche, para irse a dormir bajo un cielo estrellado.

Izquierda: al trasponer el taponamiento, se observa una gran playa, ancha y plana, a la que hay que descender y por la que durante un tramo, la caminata se vuelve sencilla. Derecha: casi al final de esta playa hicimos el primer campamento.


SEGUNDO DÍA DE ACERCAMIENTO.

A las 7:30 desayunamos y desarmamos el campamento, a las 9 retomamos la marcha por el tramo que nos queda de playa. Hacia la izquierda observamos un cañadón abrupto que se abre paso entre paredones rocosos, el cual desciende desde el Portezuelo del Cortaderas y el Cerro Boleadero de Don Ambrisio. No pareciera haber demasiada diferencia altitudinal con el portezuelo (que más bien pareciera estar cerca), sin embargo el cerro no se ve a primera vista que sea practicable...
Al final de la playa hay un encajonamiento bastante importante y abrupto. Hay que vadear el río y trepar por una senda, al principio lavada, que asciende bastante por el costado derecho, quedando el río muy abajo, discurriendo entre enormes rocas.

Izquierda: vista apacible al final de la playa ancha. Derecha; quebrada empinada y breve que viene del Portezuelo Cortaderas, hacia la izquierda se observa el faldeo empinado del Boleadero de Don Ambrisio, otra típica montaña de la Cordillera Frontal, con laderas muy escarpadas y cumbre mesetiforme, la cual no se puede apreciar desde este punto.

Izquierda: la playa termina abruptamente en una estrechura insalvable denominada Los Tragaderos. En este punto hay que vadear el arroyo antes de trepar una senda empinada.

A este sector los arrieros le llamaban los tragaderos, ya que antiguamente los derrumbes de estas enormes rocas que se observan en el fondo de la quebrada, habían quedado tapados de detritos y el río desaparecía en un punto durante un tramo de unos 300 a 400 metros. De ahí el nombre, puesto que el caudal pareciera que se lo hubiera tragado la tierra.
Los continuos y fuertes aluviones de los últimos años hicieron desaparecer a los tragaderos, arrastrando el material que los conformaba, pero la tradición oral nos refiere a su existencia, más allá de que quien suscribe caminó sobre ellos 30 años atrás...

El sector de Los Tragaderos se sortea a través de una senda ascendente que cae a pique al río.

Después de este sector viene la confluencia con un pequeño arroyito, muy encajonado, que aporta desde el suroeste, desconocemos su nombre, pero tentativamente a modo referencial le denominaremos "Pircas". En este punto nos topamos con las ruinas de un antiguo puesto, construido a modo de "rial", con pircado de piedras y los restos de lo que fuera la antigua techumbre, de palos de madera y plásticos atados con alambre, de los que se observan sólo restos desgarrados.
En las inmediaciones encontramos enseres escondidos entre los arbustos (algunos con poco uso), como vajilla, cubiertos, platos, ollas, botellas y damajuanas de vino. También habían fierros, alambres, palos de madera, troncos a modo de asientos y mesas, mucho acopio de leña y mucha basura dispersa, principalmente latas y envoltorios.
Evidentemente este lugar fue residencia de puesteros y debe haber sido abandonado abandonado de manera repentina, estimándose que el motivo ha de haber sido el registro de una serie de aluviones y derrumbes hace unos pocos años atrás, que volvieron inviable o muy dificultoso el tránsito de ganado por la quebrada. Pero además, con estos fenómenos debe haber disminuido considerablemente la oferta de alimento para estos animales, ya que es notorio de incursiones anteriores que han quedado sepultadas vegas y arrasados matorrales.

Las ruinas del antiguo puesto con sus asientos y mesa dio para un merecido descanso. Los elementos desperdigados en su entorno dieron para unas cuantas bromas del momento...

Hasta el antiguo puesto llevábamos casi tres horas de marcha del segundo día, descansamos un rato y continuamos por la quebrada, que de ahora en más se hacía angosta, aunque en esta parte transitable, sin obligar a rodeos.
Al  principio la estrechura estaba rodeada de enormes predones y el divague del río en el cauce encajado por estos, obligaba a varios y seguidos vadeos.
Dentro de este mismo cauce encajado y rodeado de paredones, en un quiebre del cañadón, situado un poco más arriba, nos encontramos con un gran taponamiento producto de derrumbes gigantescos.
En este punto, el río describe una seguidilla de rápidos, en un tramo de caídas bruscas y fuerte pendiente, sin llegar a formar saltos, pero donde el río desciende muy raudo y encajado entre enormes rocas, no pudiendo transitar por sus orillas. Una pequeña senda muy empinada y lavada trepa por el sector derecho del derrumbe hasta superarlo.

Diversos tramos del encajonamiento del Río Picheuta. En la última foto se observa el taponamiento que hubo que superar por una empinada senda desdibujada, en el costado derecho.

Pasado el taponamiento de la estrechura rocosa, se aprecian hacia abajo los rápidos que describe el río (izquierda) y hacia arriba un tramo de poca pendiente (derecha).

Por encima de este taponamiento, el río sigue encajado, aunque por un corto tramo su pendiente se reduce. Después vuelve a ser torrentoso y la quebrada se abre un poco. Al final de este tramo desemboca por la izquierda el pequeño Arroyo Salinillas, entre desfiladeros de rocas oscuras que hacia arriba conforman una garganta muy estrecha y de fuerte pendiente. antes de llegar el arroyito al río hay pequeñas vegas en sus orillas.
Observando mapas e imágenes satelitales daría la impresión que si nos metiéramos por este arroyo cortaríamos camino, sin embargo el relieve podría jugarnos una mala pasada, ya que el arroyo asciende mucho y los cordones montañosos que se anteponen a la parte superior de nuestro recorrido llegan a los 4.500 metros de altitud o más y del otro lado caen a pique.

Izquierda: Quebrada del Arroyo Salinillas. Derecha: plantas higrófilas crecen a orillas del arroyito, antes de unirse al Río Picheuta.

Al pasar el arroyito hay otra estrechura más de rocas oscuras y posteriormente se plantean dos alternativas:
- O se continúa bordeando el río por una quebrada cada vez más estrecha que obligará a transitar por el lecho mismo en varios tramos.
- O se asciende por una empinada senda a unos niveles de terraza muy elevados que se disponen a modo de pampas de altura, presumiblemente antiguas morenas glaciares.
La primera opción ahorra una gran subida, pero hay que transitar por el río mismo en un largo tramo, a la inversa de la segunda opción, ambas tienen sus dificultades.

Fotos de arriba: la opción de continuar la remontada por abajo implica meterse al agua y atravesar algunas vegas colgantes.
Fotos de abajo: la opción de seguir por arriba implica ascender a una pampa de altura para después volver a descender al río.
 
Al finalizar este tramo, se pasa por un desfiladero negro, el sendero de las pampas de altura vuelve al cauce del río, descendiendo abruptamente hasta unirse con la otra opción del recorrido que viene por el río mismo.
Desde este punto hay un quiebre en el sentido de ascenso de la quebrada del Río Picheuta, que venía con rumbo norte y vira repentinamente al oeste. A poco de este viraje empiezan a aparecer vegas cada vez más grandes y la quebrada se ensancha y rectifica. En este punto desembocan por la derecha, primero el Arroyo de la Luna y luego un arroyito sin nombre que tentativamente a modo referencial, le denominamos "del Mesón" ya que desciende directamente del Mesón de la Luna.

Izquierda: después del quiebre angular de la quebrada del Río Picheuta, empieza de a poco a ensancharse y aparecen vegas, como esta que está antes de la desembocadura del Arroyo de la Lágrima Viva. Derecha: del otro lado del río, se observa la ladera del Cerro Loma Blanca, en este caso parcialmente cubierta de nubes bajas.

Izquierda: desembocadura del Arroyo de la Lágrima Viva en el Río Picheuta. Derecha: continúan las vegas a la orilla del río en la remontada, el tránsito por este sector es bastante más amigable de lo que veníamos caminando...

Un poco más arriba de la desembocadura del arroyito del Mesón armamos el segundo campamento, habiendo concluido un segundo día agotador con 11 horas de caminata.
En este sitio también encontramos otro "rial" abandonado, con muchos elementos que dan cuenta de la presencia de una ocupación reciente por parte de crianceros. Habían bancos y mesas hechos con chapas y palos o caños metálicos, un gran fogón, acopio de leña y mucha basura desperdigada.
Durante esa noche tuvimos una lluvia que no fue muy copiosa, pero sí persistente y todo lo que estaba afuera se mojó. Por suerte nuestra carpa era grande y pudimos meter todas nuestras pertenencias adentro.

Izquierda: desembocadura del Arroyito del Mesón en el Río Picheuta. Derecha: amanecer en el segundo campamento, emplazado junto a un rial abandonado.


TERCER DÍA DE ACERCAMIENTO

A kas 7:30 del tercer día nos levantamos, desayunamos y levantamos campamento, esperando un rato a que el sol que estaba saliendo seque la carpa, que estaba completamente mojada por la lluvia y la condensación interior, ocurridas durante la noche. El clima matinal era favorable, pero de a poco nuevamente aparecerían nubes y de a poco se iría cubriendo el cielo a medida que avanzaba la jornada.
A las 9 iniciamos la marcha del tercer día, continuando con la remontada del Río Picheuta por un corto tramo, ya que a poco de caminar encontramos el caudaloso y torrentoso Arroyo de la Quebrada Negra, el cual debemos remontar.

Izquierda: primeros pasos del tercer día, continuando la remontada del Río Picheuta. Derecha: nacimiento nominal del Río Picheuta, en la unión de los arroyos de la Luna (el que viene por la izquierda) y Quebrada Negra (el que viene de la parte inferior).

A poco de caminar, nos encontramos en el nacimiento del Río Picheuta, nominalmente hablando, ya que en los mapas figura que se forma de la unión de los arroyos Quebrada Negra y De la Luna, más allá de que en la realidad ambos nacen mucho más arriba en la montaña.
En esta confluencia se observa un fenómeno muy extraño, aunque no infrecuente en la cordillera: El Arroyo de la Luna es mucho más largo, tiene un amplio valle y un nivel de base mucho más bajo. No obstante, el Arroyo de la Quebrada Negra presenta un caudal notoriamente mayor, pero con una pendiente más muchísimo más pronunciada y una quebrada desdibujada, como si directamente descendiera de la ladera del valle del otro arroyo. 
Una explicación posible a este fenómeno la encontramos más arriba, cuando remontamos la Quebrada Negra y pudimos apreciar que en sus cabeceras está ocurriendo un proceso conocido como "captura de cuenca". Se puede observar por encima del filo de las cabeceras el contorno de un glaciar, se trata del Glaciar Tambillitos, con pendiente hacia la quebrada de ese arroyo. No obstante, la erosión retrocedente en las cabeceras de la Quebrada Negra ha permitido que gran parte del derretimiento de ese glaciar drene a la quebrada, aportándole grueso caudal. El fenómeno del cambio climático se encarga del resto.

Las diferencias entre los dos arroyos que se juntan para conformar el Río Picheuta son muy notables: el Arroyo de la Luna (izquierda) presenta un valle amplio, menor nivel de base, menor gradiente, pero su caudal es menor. En cambio, el Arroyo de la Quebrada Negra (derecha) presenta una quebrada estrecha, un nivel de base muy elevado, un gradiente muy pronunciado, pero su caudal es mayor.

En este punto se plantean nuevamente dos alternativas:
- Remontar el arroyo, que en su primera parte es muy caudaloso, pedregoso, barrancoso y con mucha pendiente, el tránsito es lento y complicado.
- Vadear y ascender por la ladera situada a la izquierda del arroyo, que se presenta dilatada, como si fuera una enorme morena, no tiene filo rocoso, pero hay que ganar mucha altura para superar por arriba una barranca muy alta que cae a pique al arroyo.
A medida que se asciende, la pendiente de la quebrada disminuye, presentándose un valle amplio cubierto de morenas glaciares, apareciendo cada tanto vegas de mucho verdor, en medio de un paisaje que se vuelve entre bello y enigmático. El arroyo tiene la particularidad de variar de caudal cada tanto, por lo que deducimos que en algunos tramos, una parte de él se insume, para escurrir por el subálveo y retornar a la superficie más adelante. Por momentos aparecen cóndores y guanacos.

Izquierda: remontando el arroyo de la Quebrada Negra, luego de la fuerte pendiente inicial, la quebrada se convierte en un valle amplio, cada tanto aparecen guanacos. Derecha: algunas vegas aportan verdor a la aridez reinante.

Además del contorno del ya mencionado Glaciar Tambillitos, que aparece sobre las cabeceras de la quebrada, también pueden verse otros glaciares menores de tipo colgantes, que bajan de los filos del cerro que vamos a ascender. En realidad si quisiéramos apreciarlos en su magnitud, deberíamos remontar la quebrada más allá del tercer campamento, pero ese no es nuestro objetivo, por lo que nos conformamos con una vista parcial muy acotada de esos cuerpos de hielo.

La Quebrada Negra hacia el fondo es un gran circo glaciario, del que sólo se aprecian en la actualidad unos pocos cuerpos de hielo descubierto: A la izquierda la parte superior del Glaciar Tambillitos, sobresaliendo por encima del filo rocoso que lo contiene y del cual se desprenden corrientes de agua a partir de su fusión, causales de erosión retrocedente. A la derecha hay algunos glaciares colgantes que bajan del cerro Quebrada Negra, del cual sólo podemos apreciar uno de menor tamaño. Estos glaciares se continúan hacia arriba en la parte superior del cerro, alcanzando en nuestra travesía el más alto de ellos, cerca de la cumbre.

Después de la última vega hay que superar un par de taponamientos morénicos, siempre siguiendo el arroyo, tras lo cual puede apreciarse que desde la morena lateral derecha baja un arroyito casi imperceptible, el cual hay que seguir, dejando el arroyo principal.
Tras una fuerte trepada (aunque sin complicaciones), arribamos al sitio donde nace este arroyito, en una serie de vertientes donde brota el agua del suelo por todos lados, tapizado con veguitas, rematando en un gran frente morénico que baja de una quebrada lateral.
En este punto emplazamos el tercer y último campamento, donde permaneceremos dos noches. Hasta aquí llega la subida del tercer día, con 8 horas de caminata. Armamos el campamento y recogemos agua para la noche y el otro día, bajo la premisa que dada la altitud en la que estamos, a la noche puede helar.

Izquierda: el tercer campamento lo armamos en una quebrada lateral a la Quebrada Negra, la cual presenta grandes taponamientos morénicos que habrá que ir superando, para llegar al final de la misma y trepar a la cumbre, que se ve como un pico a la izquierda. Derecha, detalle de las vertientes y veguitas aledañas al campamento.


CUARTO DÍA DE CUMBRE

A las 5 de la madrugada nos despertamos, desayunamos y preparamos las cosas para el ascenso. A las 6:30 iniciamos la caminata, con las primeras luces del amanecer, comprobando que no hubo helada, lo cual nos permite reponer el agua que habíamos consumido la noche anterior.
Al final de la vertiente comienza la trepada de las morenas que se presentan atravesadas en la quebrada y de gran tamaño. El terreno para ascender es muy rocoso e inestable, con piedras angulosas y algunos tramos con fuerte pendiente. Desde ya, no hay senda, ni de humanos ni de guanacos.
Al inicio de esta trepada nos sorprende la salida del sol, con sus primeros rayos amarillentos y hacia abajo todavía vemos el campamento.

El amanecer nos sorprendió a poco de empezar a trepar desde el tercer campamento hacia la cumbre.

Izquierda: los primeros rayos solares amarillentos le dan una tonalidad especial al paisaje, combinando con las rodas coloradas del entorno. Derecha, las morenas van quedando atrás, después de una pronunciada trepada en este ambiente de rocas irregulares y flojas.

El tránsito ascendente por las morenas se vuelve pesado, en una parte la quebrada se desdibuja y en un costado aparece un arroyito que desciende desde la derecha, presentándose en partes congelado.
Seguimos este pequeño curso de agua que discurre a los saltitos entre las piedras, sin formar un cauce, hasta llegar a su surgente, en un terreno más plano, donde la perspectiva se abre un poco y al material más fino permite un tramo de tránsito más cómodo. Hasta acá llevamos 4 horas de caminata desde el campamento.
La panorámica nos revela que debemos atravesar esta suerte de ollada, en dirección al pico que veíamos desde el campamento. Hacia la izquierda tenemos picachos rocosos con paredones que caen a pique y hacia la derecha una ladera de exposición sur, con acarreos y una serie de glaciaretes o manchones de hielo, de cuya fusión surge el agua del arroyito que seguimos más abajo.

Izquierda: en una parte de las morenas, empezamos a seguir un pequeño arroyito con fuerte pendiente a la derecha, hasta llegar a sus nacientes. Derecha: allí, observamos una ollada relativamente plana al principio, que termina en un taponamiento morénico central, al fondo, tras lo cual hay que trepar el acarreo colorado que inicia arriba de la morena y asciende hacia la derecha del pico central, que en realidad es una antecumbre.

La ollada va tomando pendiente nuevamente a medida que terminamos de atravesarla, después superamos un taponamiento morénico interpuesto en el medio y luego debemos encarar un largo y pesado acarreo, muy suelto y con fuerte pendiente, de rocas coloradas, cuya tonalidad veíamos desde lejos.
Este acarreo terminó siendo el tramo más cansador y tedioso de todo el ascenso, demandó dos horas y media de esfuerzo, en un terreno muy inclinado y flojo. A su finalización aún quedaba un tramo de filo hasta la cumbre, aunque ya no con tanta pendiente.

La imagen de la izquierda es un detalle de la foto anterior, donde se observa el gran acarreo colorado que debimos ascender para alcanzar el filo cumbrero. Este acarreo va en diagonal desde arriba del taponamiento morénico del medio hasta la parte izquierda que se observa el filo superior. Derecha: al final del acarreo aun resta un tramo de travesía por el filo cumbrero.

El tránsito por el filo cumbrero, si bien no tuvo demasiadas dificultades, no resultó sencillo debido al cansancio acumulado y a que presentaba irregularidades y sinuosidades. El detalle más notorio fue la presencia de un glaciar, que hubo que rodear por completo.
Este glaciar está dispuesto sobre un acarreo con poca pendiente y presentaba evidencias de un derretimiento muy acelerado, con verdaderos ríos corriendo por entre los grandes penitentes de hielo, formados por la fusión desigual del hielo a lo largo del tiempo.
Hacia el final del glaciar y muy cerca de la cumbre, se pudo observar una zona de alimentación con manchones de nieve relativamente pequeños para el tamaño que tiene.
Se pudo observar además que no hay evidencias concretas de movimiento o fluxión de esta masa de hielo, ya que el suelo circundante no es consolidado y si hubiera desplazamiento quedaría el terreno marcado.

Izquierda: en el filo cumbrero hay un glaciar que debe ser rodeado por la derecha, detrás se ve la figura esbelta del Aconcagua. Derecha: una vez rodeado el glaciar, se puede observar su pequeña zona de alimentación, ya estamos muy cerca de la cumbre.

Una vez rodeado el glaciar se arriba a la cumbre, subiendo un pequeño promontorio rocoso y caminando por un corto filo, para finalmente llegar. La emoción y la vista impactan, hasta aquí fueron 8 horas y media de caminata desde el campamento, y aún nos queda volver...
El clima está nuboso, pero el viento es leve. Hay nubes de clases diferentes; las de tipo nimbus, más bajas y que presagian mal tiempo, debido a su concentración cada vez mayor; y las de tipo cirrus o lenticulares, altas y que presagian viento y mal tiempo a largo plazo. Cuando las nubes tapan el sol, la temperatura baja notablemente.

Estamos por llegar a la cumbre, se nota?

La vista impacta con el muy cercano Aconcagua hacia el oeste y al norte de este, la cabecera de la cuenca del Río de las Vacas, con el enorme Glaciar Gussfeldt y el cordón del Cerro Cúpula. Debajo de estos, la quebrada de la Vieja Alta. Hacia el norte destaca en primer plano un contrafuerte del cerro donde estamos, con un glaciar que se descuelga con fuerte pendiente, en dirección a una quebrada afluente del Arroyo de la Luna, Detrás de estos se ve en casi tora su amplitud el Mesón de la Luna y detrás las cumbres del Tigre Sur, el Nevado y el Dientitos. Hacia el este se observan los cerros de la zona de Polvaredas y hacia el norte la gran meseta del Paramillo de las Vacas. Detrás también hay otra sucesión de cumbres lejanas.

Ya estamos en la cumbre y todo lo que vemos impacta: Arriba izquierda, un glaciar colgante se descuelga desde cerca de la cumbre, con el grupo Barauca-Tambillos de fondo y los cerros Tigre Sur y Nevado interpuesto. Arriba derecha, el conjunto Mercedario-Ramada de fondo, con el Mesón de la Luna en primer plano. Centro izquierda, el Glaciar Gussfeldt que da origen al Río de las Vacas, Centro derecha, hacia el este se oberva el filo cumbrero que culminó nuestra travesía. Abajo izquierda. infaltable siempre el Aconcagua destacándose, esta vez más cerca que nunca. Este fue un gran ascenso. Participamos de la expedición Beatriz de Prado y Federico Soria.

El tiempo no dio para más, permanecimos tan solo media hora en la cumbre, para mirar un poco la panorámica, tomar unas fotos, dejar el comprobante y emprender un largo y tortuoso regreso hasta el campamento, al que llegamos en horas del atardecer, no registrando con exactitud la hora, ya que por el cansancio solo dio para buscar agua, una cena rápida y a dormir. 

QUINTO AL SÉPTIMO DÍAS DE REGRESO

El retorno se hizo siguiendo el mismo itinerario en sentido inverso, con algunas leves variantes, respetando el lugar donde se emplazaron los otros dos campamentos durante el acercamiento, por lo que las jornadas de caminata fueron algo menores en cuanto a duración, pero no así en intensidad física, teniendo en cuenta el cansancio acumulado de días anteriores, por lo que decidimos seguir esa secuencia de campamentos. La posibilidad de hacer en el regreso un solo campamento en un punto intermedio en lugar de dos era factible, pero dadas las condiciones físicas de quienes participamos, decidimos respetar los mismos lugares que en la marcha de ida.
Al llegar a la ruta en la tarde del séptimo día, coordinamos con unos amigos que venían de regreso de otras cumbres, para que nos recojan y nos traigan en su vehículo hasta Uspallata.

UNA YAPA DEL ARCÓN DE LOS RECUERDOS

Como aditamento adicional dejo una secuencia de fotos armada con imágenes de hace más de 30 años con su análoga actual, de algunos de los lugares transitados. Las de la izquierda corresponden a 1989 y las de la derecha a 2022.

En esta secuencia se observa que en 1989 el suelo de este sector era más pastoso, se observa cierta estabilidad y el río describiendo sinuosidades. Con los aluviones recientes, en 2022 desaparecieron las vegas, dando lugar a un suelo tosco, de todos modos, la dinámica del agua subterránea sigue funcionando, dada la presencia de cortaderas, pero la inestabilidad del suelo no permite que se desarrolle el ambiente higrófilo que existía antes.

En esta secuencia se observa que en 1989, en el playón de abajo el río describía meandros, en cambio en 2022 es más recto. Eso también es consecuencia de los aluviones cada vez más recurrentes. Otro detalle es que el cono de escombros a la derecha del morrito rocoso del medio, tiene más vegetación arbustiva en la foto vieja, eso puede deberse a recurrencia de derrumbes o a sobrepastoreo.

En esta secuencia se observa que en la foto de 1989 hay más vegetación en las laderas de los cerros y menos en la playa fluvial, que en la foto de 2002. En el primer caso el motivo puede ser el mismo que en la secuencia anterior. En el segundo caso, la no recurrencia de aluviones, puede dar lugar a que los sectores con poca vegetación no hayan sido repoblado por especies colonizadoras, que son típicas de suelos removidos. Es muy probable que anteriormente, las cicatrices puntuales en el terreno producto de fenómenos extraordinarios, hayan tardado más en recuperarse.

Detalle de la secuencia anterior, donde se observa que en 1989 no había tamariscos en el cauce del río y en 2022 no solo hay, sino que conforman bosquecillos. Esta diferencia se repite en todos los tramos donde se observa la invasión de esta especie que no pertenece a la flora nativa.

En esta secuencia se observa que las enormes rocas que están trabadas en el cauce del arroyo son prácticamente las mismas en 1989 que en 2022. Puede que el recorrido de los rápidos haya cambiado un poco con el tiempo, o que la perspectiva de una u otra foto engañe al respecto. Pero en este caso la geografía es casi la misma. La diferencia que sí se nota es la invasión de las corontas en la ladera de la derecha, que no están en la foto vieja. La coronta es una especie nativa, que puede volverse invasora ante perturbaciones en el suelo, en este caso la acción por gravedad de un acarreo de material fino no consolidado.


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